jueves, 29 de julio de 2010

Confusia

¿Por qué será que a veces siento que otros se quedan con mi vida, con lo que creí que era para mí, con lo que imaginé mi realidad?... O será que yo tiendo a querer lo que otros tienen, a idealizar otras realidades, a pensar que la vida de los demás es siempre mejor que la mía... a querer lo que no tengo simplemente por eso, por que no lo tengo.

martes, 27 de julio de 2010

El subte

Suelo tomarme el subte D de Agüero a Catedral todos los días para ir de casa al trabajo, y viceversa.
Apenas llegué a Buenos Aires rogaba no tener que utilizar este medio de transporte ni remotamente. Me resultaba intimidante.
En la ciudad de donde vengo, el subte no existe; escuché de algunas negociaciones para implementarlo -aún con el riesgo de barrer siglos de historia- pero esa es otra cuestión.
En mis visitas a la Capital muchas veces tuve que optar por este tipo de transporte, de manera involuntaria. Más de una vez me sonrojé por el stress de no entender como era el sistema de pago, mientras me quedaba atascada en el molinete con una fila de pasajeros impacientes por detrás.
También recuerdo las primeras veces, cuando el sonido del subte llegando a toda velocidad a cada estación, me producía una mezcla de ansiedad, emoción y nervios. La espera en esa realidad subterránea me generaba un poco de angustia y viajar sola, sin perderme en alguna combinación, era casi misión imposible.
Hoy, con varios viajes en mi haber, puedo decir que ya no lo siento tan amenazador, pero sigue sin convencerme del todo.
Es verdad que acorta la distancia de sobremanera, en 15 ó 20 minutos llego a todas partes, mientras que en mi ciudad tardaba como mínimo tres cuartos de hora. El tema es que esos 15 o 20 minutos suelen ser una eternidad, sobretodo cuando voy sola, es decir la mayoría de las veces. No se si es por la falta de paisaje, acá solo se ven túneles oscuros, el único panorama posible es el de las caras de la gente, tensionadas, amargas, mostrando fastidio y miedo; aunque alguna que otra vez se alternan con las de los turistas, siempre excitados.
"Lo que mata es la humedad", dice la frase y es asi... insoportable en los días de calor, y más allá abajo, que mezclandose con los olores intensos, lo hacen ver-da-de-ra-mente insostenible. Aunque lo de los olores es tanto en verano como en invierno. Confieso que alguna que otra vez pude sentir algo de placer al ingresar a algun vagon, en esos días en que el frío te cala los huesos. Si hasta los perros se resguardan, se escabullen entre la gente y aprovechan los asientos vacíos para echarse una siesta en las horas menos concurridas.
Puede que me haya vuelto un poco como tantos de los habitantes de esta ciudad. Y mi rostro se lleve el premio a la intolerancia al viajar por este medio, pero es que me incomoda la cercanía física con el otro desconocido. La gente me respira en la oreja, los vagones son estrechos y los asientos enfrentados, no me permiten esquivar la mirada del otro. La amenaza de sentirme observada. ¿Será que me molesta por mi timidez, inseguridad o fobia a estas situaciones? Creo que no soy la única irritada, si alzo un poco la vista, genero lo mismo en el otro.
En fin, por el momento seguiré utilizando este medio, es el más practico a pesar de las incomodidades, y mi comportamiento seguirá siendo el mismo.
Si ven que alguien se posiciona lo más cerca de alguna puerta, y va siempre parada- aunque esten todos los asientos vacíos- con auriculares puestos - aunque no escuche nada- mirando al vidrio y agarrada a la baranda en posición de largada... esa soy yo.

domingo, 25 de julio de 2010

Un año

Hace poco cumplí un año en esta ciudad.
Decidí venirme a probar y por suerte de entrada la cosa no fue tan hostil.
Desde mi llegada, me sorprendió toparme casi siempre con gente buena onda, o talvez me sorprendió más mi apertura hacia los otros.
Encontré un samaritano, a quien le alquilo un petite departamento en Recoleta, y tengo un trabajo cómodo -que no alcanza mis expectativas profesionales en lo más mínimo- pero que con 6 horas diarias me permite vivir. Además tengo espacio en una revista de arte y cultura, que "consiente" algo de la creatividad, que hasta hace poco pensé que no venía en mi combo.
Con un muy cliché “en busca de nuevos horizontes”, suelo responder a quienes me preguntan “a que te viniste?!”, entendiendo que su tono talvez se deba a que llevan más años que yo hastiados de la masividad y el desenfreno característico de las grandes metrópolis. Admito que es una pregunta que he querido evadir más de una vez, no sólo por que llevo varias veces contestándola, sino por que me pone en una especie de jaque mate personal, que suele dejarme la cabeza hecha una gaita. Sensación que se acentúa en mis caminatas post entrevistas laborales, o cada vez vuelvo de mis pagos o cuando me despido de la gente que tengo lejos.
La soledad no es fácil, la pelea por los objetivos menos, e ir en contra de los deber ser ni contar!!... Pero ser fiel a uno mismo "no tiene precio" (como dice el eslogan tan publicitado)
Mi decisión no tiene muchas razones racionales, diría más bien que es parte de una pulsión frenada por años, que ya no pude patear más. Sentí que me tenía que venir y lo hice, como todo lo que siento que debo hacer. Punto.
Este es mi blog, no es el blog de una viajera, ni el de una soltera en busca de su media naranja, ni el de una profesional luchando por no frustrarse y tampoco el de una joven que siente que se le viene todo encima al cumplir los 30!
No no... es más bien eso y un poco más.
Soy yo y mis vivencias, que aventurandome y perseverando, vuelo con la esperanza "esperanzadora" de no estrellarme -o por lo menos que no me duela tanto- y confieso que aunque se me pase la vida en busca de algo que talvez nunca llegue, amo mi tardia independencia, sus sinsabores y sobre todo LA PAZ que siento conmigo misma.